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Textos de: Juan Manuel Maestre Carbonell


Cuentos y relatos

TRISUL 7120 m. ¡No pudimos subir!

Publicado en Valle de Elda del 2-9-1983 y 9-9-1983 

 

El 14 de Julio escribí en mi diario: “No, no ha terminado como esperaba; no se ha culminado el objetivo que tanto nos hizo soñar. No hay cumbre. No hay triunfo, pero tampoco hay vacío en el alma; por el contrario, la siento llena de sensaciones, repleta de nuevas esperanzas. Esperanzas que ya no se cifran en un día claro, como ocurría arriba en la montaña. Ya no hay días grises, ni el viento azotará ya más mi cara; ya no me preocupa la intensa nevada. Esperanzas que ni siquiera se cifran en volver a pisar mi tierra chica… mi patria. Hay ilusión por el reencuentro con los camaradas; saber que están bien, que todo se arregle con una pequeña intervención quirúrgica a tiempo y que todo se quede en nada. ¿Qué importa lo demás? Ya nada importa nada, hay que tener esperanza.”

Mi mano guiada únicamente por los sentimientos y emociones de las últimas e interminables cuarenta y ocho horas, reflejaba en el papel la sensación de vacío que vivimos ___ quien sabe si horas o tan sólo minutos ___ cuando el grupo de salvamento abandonó el Campamento base, perdiéndose entre la intrincada cresta de la morrena glaciar. Alguno de mis compañeros, comentó al dividirse el grupo ___ “es como si nos hubiéramos quedado cojos” ___ otro, lacónicamente le respondió ___ “más vale cojos que huérfanos” ___ y en aquellas palabras había como un erizante latigazo que definía la extraña mezcla de tristeza y alegría para cuyo decantamiento final habrían de transcurrir todavía diez largos días antes del reencuentro con nuestros compañeros.
Pretender explicar al lector, desmenuzando causas, situaciones, conceptos ideológicos y complicadas técnicas de montañismo, es algo que no puedo hacer en estas líneas por mi impotencia literaria y por la brevedad que este medio exige. Tan sólo informar sobre los hechos y el desarrollo de un plan de actividades es el propósito que hoy me guía correspondiendo así, aunque pobremente al calor y el apoyo recibido por tantos amigos eldenses.
El Viaje

Después de una larga despedida, dejamos atrás el abarrotado andén del ferrocarril, donde familiares y amigos nos han regalado un entrañable recuerdo. Primero Madrid y luego en vuelo a Paris donde hacemos noche y aprovechamos para visitar sus lugares más representativos. A primeras horas de la tarde del día 15 de junio, despegamos vía Delhi, donde aterrizamos al amanecer tras una corta escala en Karachi.

Increíble burocracia
Durante tres infames días, andamos peleando de un lado a otro para recuperar los equipajes de la aduana, permisos de importación y licencias de operación para nuestros equipos de radio, compra de material y alimentos así como los obligados trámites con el Indian Mountanering Foundation. Por suerte, estamos concentrados en su cuartel general y esto facilita las gestiones. Desde el primer día de nuestra llegada, está ya con nosotros el oficial de enlace asignado por el gobierno.

Alucinante trayecto


Por fin, el 19 de junio podemos emprende el viaje por carretera en un viejo autocar previamente contratado para llegar a Nandprayang el día 20 por la noche después de hacer escala en la ciudad sagrada de Rishikies; punto donde se inician los Himalayas y donde es obligada una revisión del vehículo antes de penetrar en la región de Hurtar Praders. En Srinagar, obligados trámites oficiales y también a lo largo de toda la increíble ruta son numerosos los controles de seguridad. Hoy contratamos también a nuestro cocinero y a su ayudante.

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Fin a la burocracia

El día 21 de junio, nos desplazamos a Chamoli, la capital del distrito para efectuar las últimas compras de alimentos frescos y también a Ghopeswar para obtener el permiso del gobernador de la zona y la pertinente autorización para la contratación de porteadores. Al día siguiente nos adentramos río arriba siguiendo las bravas aguas del Nandakini River hasta la aldea de Ghat; último lugar donde un vehículo puede acceder tras 20 km de pista sin asfalto que recorremos atascados entre nuestros equipajes en la caja de un destartalado camión. En Ghat, presentación de credenciales y permisos ante el jefe del poblado y larga discusión sobre los sueldos para los porteadores; interminable tira y afloja que dura hasta bien entrada la noche (serán 9 días de jornal a 23 Rupias por día y carga de 25 kg por porteador, unas 320 pesetas). Por fin acabamos con los trámites burocráticos y estamos contentos. Se contratan 47 hombres.


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En marcha

Al amanecer del día 23, nuevas discusiones con los porteadores y por fin nos ponemos en marcha remontando el Nandakini River cumpliendo etapas en Sitel Sutil, Tatara, Bhesarawour, Bucjani, Chandania Ghat y Home Hunt. Fuimos atravesando parajes de inenarrable y virginal belleza; zonas selváticas donde la vegetación es tan frondosa que no hay lugar para caminos o sendas que hemos de abrir a golpes de machete entre el cimbreante bambú. Enormes helechos al pie de gigantescos abetos, configuraban una curiosa mezcla de vegetación tropical y alpina. En Sutol y también en Tatara, nuestro médico pasa consultas masivas a la casi totalidad de las gentes de estas remotas y olvidadas aldeas donde no han visto un médico desde la última expedición japonesa en 1981.
En Chandania Ghat, el monzón nos retiene durante todo un día en el interior de las tiendas de campaña bajo un implacable aguacero, y por fin en la tarde del 28 de junio alcanzamos Home Hunt, tras seis días de dura marcha; un desolado y místico paraje bajo el amplio collado que separa las altas cumbres del TRISUL y del NANDA GHUNTI y que sirve de emplazamiento para nuestro campamento base, que presidido por la bandera nacional, se pierde entre las grandes crestas de la morrena glaciar.

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Altitud 5.480 m. – Campo 1º

El 29 de junio, tras organizar los equipos en el Campamento Base (4.720 m.) iniciamos el reconocimiento de la ruta al Campo 1º y comprobamos los excelentes resultados de nuestro plan de aclimatación, tal es así, que el día 30 se traza el camino a lo largo del gran corredor que supera la primera barrera rocosa de la montaña, equipando con cuerdas fijas dos tercios del mismo y estableciendo el campo 1º a 5.480 metros de altitud en un amplio rellano colgado sobre el glaciar Ronti y fuera del alcance de los temibles aludes que recorren continuamente toda la pared final del TRISUL. Un total de 42 cargas serian subidas (sin ayuda de porteadores) en los últimos días hasta este campamento en continuas subidas y bajadas a lo largo del gran “embudo” equipado en más de su mitad de recorrido con 875 metros de cuerdas fijas que facilitan el repetido subir y bajar para abastecer de todo el materia y alimentos necesarios para el asalto final a la montaña.

Altitud 6.240 m. _ Campo 2º

La totalidad del grupo ha realizado perfectamente la rotación técnica y la aclimatación es increíblemente buena (ningún síntoma de molestias). El día 7 de julio una cordada alcanza la cresta Terminal del glaciar Ronti a 6.240 m donde se instala el segundo campamento de altura, tras un intento que resulta fallido, debido a las continuas nevadas y al mal tiempo (demasiado inestable) que en los últimos días persiste en la zona. El día 8 se ocupa definitivamente este campo y el resto del grupo llega a él al siguiente día para preparar el ataque a los 880 metros que separan este Campamento de la cima. La moral es alta y se contempla la posibilidad de una llegada en masa a la cumbre.


El monzón

Sobre la estrecha cresta donde está situado el campo 2º, se levanta el empinado lomo de duro hielo que nos cierra el paso hacia la arista cimera. Sistemáticamente por tres veces, durante los dos primeros días de nuestra llegada al lugar, el inclinado muro nos rechaza a una altitud de 6.560 m habiendo podido equipar tan sólo 180 m de cuerdas fijas. El monzón ha entrado en la zona y está claro, que ni el frío, ni la nieve, ni el fuerte viento, van a dejar de obstaculizar nuestro avance; pero también está claro, que las únicas armas de que disponemos son la constancia y la resistencia y así elaboramos un plan que nos permita continuar la escalada durante las noches, auxiliados por linternas frontales, cuando, si bien la oscuridad es total y el frío mayor; también siendo una constante que reflejan nuestras notas meteorológicas escrupulosamente controladas durante toda la estancia en el macizo, que durante esos periodos nocturnos, la ausencia de nevadas es total y las nubes descienden bajo nuestros pies, dejando un cielo limpio y estrellado. Para aumentar la capacidad de nuestra comida y poder prolongar por más tiempo nuestra posición en el campo 2º, se reduce el grupo de escalada a una cordada de ataque y otra de apoyo. Así el día 12 una cordada desciende hasta el Campamento base para esperar instrucciones.
Son decisiones que no se discuten. Todos sabemos que es necesario y que unos han de sacrificar su oportunidad de pisar cumbre, para que sean otros los que puedan hacerlo en nombre de todos. Aumentado así el periodo de estancia sobre esta cota, el plan de escalada nocturna sigue funcionando y ese mismo día se despeja la incógnita sobre la ruta a seguir para superar los abultamientos del hielo que retiene nuestro avance. Durante el día preparamos los equipos y organizamos el que nosotros consideramos, iba a ser ya el asalto definitivo a la cumbre.
Como siempre, en el exterior, el temporal continúa con su habitual y clásica persistencia. Al atardecer, también como ya es costumbre, las nubes atraviesan con vertiginosa rapidez la cresta y se deslizan pendiente abajo sobre el inmenso glaciar de Ronti dejando al descubierto el fantástico espectáculo de una multicolor puesta de sol, sobre la lejana meseta del Huttar Praders. Hacía el Norte, las cumbres del KAMET Y DEL Abi Gamin sobresalen entre el mar de nubes que se retiran y son retenidas en su huída hacía la noche por estos grande macizos tras los cuales pueden divisarse en el rectilíneo y pardo horizonte, las altas tierras del misterioso Tibet. Una última mirada al TRISUL, reluciente y dorado por los últimos rayos del sol, es estimulo suficiente para enfundarse en el saco de dormir y esperar con la oscuridad, la calma de unos vientos que mientras hay luz, persisten en su fiereza.

Decisivo día el trece

A pesar del número fatídico sobre el que ya habíamos tenido comentarios la tarde anterior, es el definitivo pues no hay supersticiosos en el grupo (ojala lo hubiéramos sido). Antes de la una de la madrugada, parte la primera cordada con 500 m de cuerdas para acabar de equipar el helado saliente. Más tarde el segundo grupo con alimentos, utensilios diversos y una tienda de altitud para un proyectado campo 3º, necesario en el caso de que hoy no tengamos tiempo suficiente para regresar al segundo campamento al bajar de la cima.
Todos vamos equipados con los dos trajes de altitud (plumón y Gore-tex) además de la protección interior y el mono-pantalón de escalada; cuatro ropas que nos protegen perfectamente del frío, la nieve y el viento que al amanecer nos hacen balancear colgados de las cuerdas fijas, sobre un tremendo abismo de casi tres mil metros de profundidad, pero está decidido que hoy ya no regresamos al campamento de la arista, pues tres tramos más de cuerda están fijos ya en la pared y el último tramo de unos 80 metros hasta el final de las dificultades está siendo también resuelto; sólo una veintena de metros más y nada va a detenernos ya hacia la cima. Estamos a 6.830 m de altitud.
En el grupo de cabeza, hay alegría, la dichosa losa de hielo, está dejándose vencer. Palmo a palmo va quedando atrás; primero un golpe del eficaz Terodacyl (pequeño y muy técnico piolet), luego un crampón, después el segundo piolet y a continuación la otra bota hace morder con enérgico punterazo las afiladas puntas de acero sobre la dura pendiente, y así una y otra vez hasta que… los equipos de progresión y seguro han resbalado del “pulido cristal” y todo es sorprendentemente rápido. Protegidos en el diminuto punto que sirve de relevo a la cordada (punto de descanso y aseguración) los dos compañeros se aprestan a recibir el inevitable tirón de la cuerda que no se hace esperar. Serrano ha caído y se desliza a velocidad de vértigo por la azulada y lisa plancha; atraviesa un saliente rocoso levantándose de la pendiente por el impulso y en el choque, el martillo piolet y la cantimplora se separan del escalador y se pierden en el profundo e insondable Salisamudar glaciar, tremendamente lejos sobre la vertical. El fuerte tirón ha hecho saltar del diminuto rellano a los dos compañeros y los tres quedan suspendidos por un tornillo que enroscado en el hielo cumple milagrosamente su función de seguridad mientras la cuerda sigue deslizándose por la dureza del impacto entre los sistemas de aseguración sesgando uno tras otro los equipos de altura y las manoplas de Peinado y Juan Vicente por la abrasión que produce la velocidad que a la cuerda imprime la caída. Unos instantes de silencio con la respiración contenida y un suspiro. Han sido más de 100 metros y la cuerda ha resistido; parece increíble, pero Serrano sigue atado al otro extremo; está consciente y recupera una posición estable sobre la pared para auto asegurarse y prepararse para el rápido rescate.
El brazo izquierdo está inerte y la abundancia de sangre que fluye a través de la manopla y los equipos de altura, hacen necesario el taponamiento de la herida “in situ” antes de iniciar el lento y difícil descenso por la pared.

Descenso de pesadilla

Desde el campo 2º, mientras se prepara una hirviente sopa como único alimento del día (larga tarea pues primero hay que derretir la nieve) se establece comunicación con el Campo Base desde donde el médico da instrucciones para el cuidado del herido durante el traslado, que ha de ser rápido pues ya intuye la gravedad de la fractura. Una rápida inmovilización y nos damos cuenta que ya está oscureciendo cuando abandonamos el lugar.
Lo que sigue, es un largo calvario en la oscura noche a lo largo del inmenso glaciar Ronti hasta llegar al campo 1º y desde allí, sin descanso, el inclinado canalón, toda una pesadilla hasta llegar a las cuatro y media de la madrugada al Campamento Base donde el reconocimiento médico diagnostica una doble fractura abierta de cubito y radio que precisa de intervención quirúrgica a la mayor brevedad posible; pero esa es una palabra que no figura en el diccionario del Himalaya y no podrá ser ingresado en un hospital hasta el día 18 de julio, tras cinco días que son imposibles de resumir aquí y que supusieron un esfuerzo contra reloj a través de montañas, selvas y poblados, luchando contra un monzón enfurecido que arrasó puentes y caminos, complicando una marcha que ya en si misma puede calificarse de terrible.

De nuevo juntos

El día 24 de julio con la llegada del segundo grupo a Delhi que por razones de ética montañera retrasa su partida del campo base (hasta recuperar todos los materiales y limpiar restos y quemar desperdicios) la alegría es inmensa pues Serrano está bien a pesar de que debe continuar en el hospital mientras se realizan las gestiones y trámites para la reexportación de los equipos e informes gubernamentales. El día 28 es dado de alta después de tres intervenciones quirúrgicas y el 30 por la noche partimos de regreso vía París-Madrid para llegar a nuestra ciudad el 1 de agosto. El reloj de la estación indicaba las 8,30 horas. La aventura había finalizado.
Hasta aquí, es el resumen del diario de operaciones de nuestra expedición. Mi conclusión se cifra en una gran satisfacción; que duda cabe, que la consecución de la cumbre, hubiera dado lugar a una mayor alegría; pero hecha la aclaración, los resultados han sido altamente positivos, no sólo por la perfecta compenetración y disciplina que en el equipo reinó en todo momento. También en lo concerniente a temas tan discutidos y puestos en duda por los detractores incrédulos, como la organización y la condición física y técnica de mi grupo, que supo estar, no a la altura de las circunstancias, si no muy por encima de ellas en todo momento y eso de por sí solamente, es para mí motivo de orgullo que me permite tener confianza en el futuro. Sé que pudimos haber hecho cumbre y hay quienes opinan que incluso a pesar del accidente. Es posible que así hubiera sido; ¿Quién lo sabe? ¿Teníamos tiempo suficiente? Hombre ___ me dice uno ___ una cordada rápida… ¿tú, la enviarías sabiendo que no tienen apoyo? ¿Qué haces si ocurre un nuevo accidente? Son en definitiva opiniones que no cuentan más que para el montañero de salón; hay que estar allí, porque por muchas explicaciones que te den o por muchas imágenes que veas, no se puede comprender la grandeza del Himalaya si uno no se ha enfrentado a sus montañas. Alguien dijo que donde acaban todas las demás montañas de la tierra comienzan los Himalayas y nosotros hemos podido comprobarlo en propia experiencia.
La nuestra ha sido una bella y noble lucha, que perdimos porque la montaña es así. Plagiándole a Saint-Loup el título de uno de sus libro: “La montaña no quiso”; no quiso que halláramos su cima, pero tampoco quiso al igual que en los relatos de Saint-Loup, cobrar tributo más caro por el osado intento de unos hombres cuyo concepto del montañismo se encuentra más cerca del arte de subir montañas que del mero e incontrolado esfuerzo físico.
6.830 metros en pared oeste del TRISUL, dicen mucho de una expedición española que logra igualar la cota alcanzada por italianos con sus potentes medios y supera lo conseguido por ingleses, alemanes y japoneses así como los dos únicos intentos llevados a cabo por españoles a pesar de haberlo intentado éstos últimos por la ruta normal del flanco N.E.
Ha sido además, el primer intento a esta pared en época monzonica, que curiosamente y cuando la mayoría de montañas reciben anualmente varias expediciones, la Cara Oeste del TRISUL no había sido intentada desde 1981 lo que da muestras del respeto que merecen sus tres mil metros de verticales paredes.
Para el montañismo eldense, la satisfacción de haber abierto un camino que otros seguirán.

Juan M. Maestre
Jefe de Expedición

Equipo expedicionario Himalaya- 83 " Elda al himalaya". Moneo, Peine,  Isabelo, Serrano, Pio,  Alfonso, Juan Vicente, Maestre

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