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Senderismo en la Mancha


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EL PICO DEL LOBO

(Techo de Castilla la Mancha)


SENDERISMO


Tal vez la ruta que ahora propongo quede fuera del ámbito territorial de esta sección. Soy consciente. Pero después de haber subido al techo de Camuñas (Manciporra) y al techo de Toledo (Rocigalgo) no parece quedar otro remedio, por natural progresión, que engarabitarse al techo regional de Castilla la Mancha (pico del Lobo), aunque nos quedemos más delgaos.

Cuando coroné el amable Corocho Rocigalgo (ver ruta), me creí un montañero consagrado. Me lo estuve creyendo hasta que miré al norte y contemplé las cumbres imponentes de Gredos. Por hacerme una idea más precisa de la materia, saqué de mi mochila unos prismáticos, adquiridos en el chino del barrio (en uno de ellos) y le eché una ojeada más cercana a la escarpada ladera sur de la Mira y otra, ya más compungida, a la muy pina cima del Almanzor. Ahí comencé a dudar de mis capacidades. Va a ser que no, me dije, que yo tengo de montañero lo mismo que de obispo de Aquisgrán, que eso es un mundo mu pino pa mí, que hay mucha diferencia de verlo por la tele a plantarse en la cuesta y contemplarla en sus tres dimensiones, sobre todo la altura.

Señalando el objetivo

La cosa es que regresé hasta mi sillón y allí, cosido de agujetas que me dejó el Corocho, tratándolas a base de cerveza, retomé mi ya antigua afición a contemplar los vídeos de “Al filo” que ahora me daba Alfonso en un pen drive.
La vida contemplativa es un ámbito en el que siempre me he desenvuelto con soltura y sin necesitar apenas de entrenamiento, incluso en sus modalidades más extremas, como el dolce far niente. Pero ahora, después de haber gozado y padecido la senda del Rocigalgo, no me acababa de llenar el sillón que ya iba rellenando mi creciente trasero.
Cierto día, viendo uno de estos programas enlatados de “Al filo”, reparé en la indumentaria de Juanito Oiarzábal y compañía. Entonces, olvidando el muy sabio aforismo que niega que el hábito haga al monje, concluí que ahí estaba la clave. Era el equipamiento. Con un equipo de esos yo me subo a la cresta del gallo del reloj, me dije sin rodeos.

Entonces, ya dispuesto a todo, rompí las huchas familiares y me dirigí a una tienda especializada en achiperres de montaña. Nada de carrefoures, ni siquiera decathlones, el próximo reto montañero, pese a no estar aún decidido, seguro que iba a requerir de un buen equipamiento y no convenía andarse con cicaterías al respecto.
Comencé por adquirir unas buenas botas. Y aquí acabó la orgía consumista, pues que las muy voraces se comieron de un solo bocado el presupuesto íntegro, y eso que no tenían motor.
El dependiente me miraba escéptico. ¿Van a ser para usted?, me preguntaba, mientras se iba arrimando hacia el estante rotulado con un cartel que reza: “Pequeñas excursiones y cortas travesías”.
Entre mi aspiración de adquirir unas botas rígidas, de alta montaña, y su consejo honesto de que me llevara unas caras, pero cómodas, zapatillas de paseo, aptas para todo tipo de pavimentos, opté por una solución intermedia y salí de la tienda, ávido ya de sendas escarpadas, con unas botas en cuya caja, y junto a la marca, se podía leer: “Mountain boots” y que, para mayor satisfacción del esquilmado cliente, tenían una chapita con el rótulo: “Gore tex”, algo que me sonaba de haber visto en “Al filo”.
Buscando en internet algún remedio de escayolista para el ruinoso techo de mi salón, encontré por azar una entrada que parecía estar puesta solo para mis ojos:
 “Techo de Castilla la ManchaPico del Lobo (Guadalajara)
Inmediatamente comencé a documentarme sobre esta prominencia orográfica y no tardé en fijarla como objetivo prioritario de mis flamantes botas.
El ataque a esa cumbre no es, en modo alguno, una cuestión banal o baladí, se trata de un dos mil y pico. Palabras ya mayores para mí.
Durante casi un año, me preparé  a conciencia para acometer la ambiciosa expedición. Puse en marcha un espartano régimen de entrenamiento, consistente en patear las lomas de Matallana y los Cotos, en bajar y subir repetidas veces la cañada del Soriano y en ascender al Mapa o al cerro San Cristóbal. Esto último para aclimatarme a las condiciones físicas, atmosféricas y psicológicas de altura.
Cuando por fin conseguí la ansiada forma física que me permitía ascender al molino San Cristóbal con tan solo una parada intermedia, consideré que estaba preparado para enfrentarme, cara a cara, nada menos que  con el Everest de Castilla la Mancha, con el imponente, septentrional y altivo Pico del Lobo.
En el Cerro San Cristóbal
Ahora, sin más preámbulos (que ya está bien), paso a contaros cuándo cómo y por donde.

 

Descripción de la ruta

Ruta de ida y vuelta
Pinchad en el mapa para ampliar
El Pico del Lobo (2274 m.) es la cota más alta de la pintoresca sierra de Ayllón, un privilegiado enclave abundante en parajes de interés para aficionados al senderismo y a la naturaleza, tales como el hayedo de la Tejera Negra. Entre sus cumbres y sus valles no faltan lugares atractivos para el excursionista, tanto desde el punto de vista paisajístico, como desde el histórico - artístico o el gastronómico. Pero nosotros vamos a centrarnos ahora en el objetivo de esta excursión concreta que nos llevará hasta la cima, hasta el techo de nuestra comunidad autónoma.

Si partimos de Camuñas y utilizamos las vías más rápidas y directas, habremos de recorrer unos 250 kilómetros hasta llegar a la estación invernal de La Pinilla, muy cerca de Riaza (Segovia).
La primera parada que recomiendo, el primer contacto con la cordillera objeto de nuestra excursión, es la cascada de los Litueros, junto al pueblo de Somosierra, en la cima del puerto homónimo.
Aquí abandonaremos la autovía  A1 (salida a Somosierra) y tomaremos el trazado antiguo de la nacional radial 1 que nos llevará hasta el pequeño pueblo serrano.
Por esta antigua carretera, ya de uso local, atravesaremos la población y continuaremos hacia el norte durante aproximadamente un kilómetro. Allí iremos pendientes de encontrar un camino que sale a nuestra derecha y se interna en el monte.

Inicio del camino hacia la cascada de Somosierra

Dejaremos el coche en este punto, junto a la carretera, y tomaremos el camino a pie. A los pocos metros de iniciada la marcha encontraremos una cancela que podremos abrir sin problema alguno, pues no está cerrada con llave ni candado, y seguiremos. En menos de cinco minutos estaremos ante la cascada de los Litueros o de Somosierra, el salto natural de agua más grande de la comunidad de Madrid, según dicen.

Yo no sé si es el más grande, el más pequeño o el más mediano, pero puedo afirmar que tal belleza bien merece demorar el viaje la escasa media hora que requiere su visita.

Volvemos a la rápida autovía y proseguimos hacia el objetivo. Ahora que sabemos dónde está exactamente la cascada, podemos comprobar que se ve incluso desde la autovía.

Cascada de los Litueros o de Somosierra

Descendemos el puerto y, ya muy pronto, hemos de desviarnos en dirección Riaza.
Merece la pena visitar este pueblo afamado por su gastronomía y su plaza porticada. Podemos optar por hacerlo antes de iniciar el ascenso al objetivo o por dejarlo para después. En este último caso recomiendo tomar el primer desvío hacia La Pinilla, unos kilómetros antes de llegar a Riaza.

Plaza porticada de Riaza

Ya en La Pinilla aparcaremos el coche, nos equiparemos y, decididamente, con determinación, pero sin prisas, afrontaremos la subida.
Hay varias alternativas de ascenso, pero ahora propondré la más fácil y cómoda, que es la que hice yo pese a que mis botas, a priori, me permitían opciones más osadas. Vaya, que podía haber subido por cualquier sitio mucho más pino, pero la discreción y el poco arrimo a las ostentaciones me llevaron a elegir este. (Anda que si me voy por otra parte… Fue por aquí y llegué lustrando las piedras con la lengua.)

Hemos de dirigir nuestros primeros pasos hacia los edificios que ocupan la parte más alta del complejo. A la salida de la zona urbanizada la carretera se convierte en camino, justo en una barrera que impide el paso de vehículos.

La Pinilla


Seguimos el camino que, muy pronto, se bifurca. Hemos de continuar hacia nuestra izquierda, pues por la derecha, la pista se dirige a un remonte de la estación. No hay más bifurcaciones ni posibles motivos de extravío.
 El camino atraviesa, describiendo amplias zetas y en ascenso continuo, un frondoso pinar hasta alcanzar la cota en que los árboles dan paso a la vegetación de alta montaña, brezos, piornos y otras hierbas.
Para entonces ya iremos dejando a nuestra izquierda el monte Aventadero y, muy pronto, alcanzaremos la cima del cordal. Por ella discurre el resto del camino, hacia el oeste, pasando de la vertiente norte a la sur sin perder altura apenas, regresando a la norte y ascendiendo suavemente hasta alcanzar el collado de Las Peñuelas, punto desde el que podremos ver el objetivo por primera vez en todo el ascenso.

Frondoso pinar
Senda

La visión del Pico del Lobo desde el collado de las Peñuelas es un encontronazo de sensaciones contradictorias. Por una parte, sobrecoge la belleza de la sierra de Ayllón, con el pico Ocejón en nuestros sures, la imponente estampa del Lobo al frente y, a nuestros nortes, las inmensas llanuras mesetarias de Castilla. Pero, por otra parte, desde aquí podemos contemplar, en todo su horror, la infame ruina de una estación de telecabina abandonada y adosada a la misma cumbre de la montaña.
Ya con la referencia visual del cercano objetivo seguimos el camino hasta alcanzar la cumbre, no sin atravesar la indignación que provoca ese montón enorme de basura que es la vieja estación de telecabina. Y es que si se tratara de las ruinas de algún castillo o de algún monasterio medieval, estaríamos hablando de piedra y argamasa pero es un edificio de los años sesenta o setenta (Siglo XX) Esto es decir acero retorcido, hormigón, materiales aislantes y plásticos.

Desde el Portillo de las Peñuelas

Si logramos olvidarnos un poco de este veneno visual y de la negligente desidia administrativa  que lo mantiene ahí, podremos disfrutar las magníficas vistas y sensaciones que la generosidad de esta sufrida cumbre nos ofrece: El vecino Cerrón, el valle del Silencio, Guadarrama a lo lejos, donde altivas destacan Peñalara y las Cabezas del Hierro, Al norte las llanuras inmensas de Castilla, y al sur, el Ocejón, ¿El próximo objetivo?

Cabezas del Hierro
Imfamia en la cumbre del Pico del Lobo
 
Al fondo la Sierra de Guadarrama

DATOS:
Tiempo: Entre 4 y 6 horas.
Distancia recorrida a pie: Unos diez kilómetros (Ida y vuelta)*
Desnivel acumulado: Unos 800 metros.
Dificultad: Muy fácil
Fecha: 28-04-2010

*Regresando por la misma ruta del ascenso.

Existen otras alternativas. Yo descendí tomando una senda hacia el oeste que pasa por las Mesas y se dirige al Cervunal. A la altura de las últimas pistas de esquí bajé, fuera de senda, directamente hacia ellas por la ladera. Una vez en las pistas las seguí hasta su final, en el llamado Gran Plató. Luego tomé una senda que atraviesa el bosque, paralela al remonte que une las instalaciones hosteleras de la Pinilla con el citado Gran Plató.
Cuando llegué a la parte superior de las pistas, lamenté no haberme llevado unos esquíes para bajar de una forma más rápida, más cómoda y más divertida.

Pronto me di cuenta de lo improcedentes y absurdas que eran mis lamentaciones al respecto, dadas las cruciales circunstancias de que, lo primero, yo no sé esquiar, y lo segundo y más importante,  las pistas carecían ya totalmente de nieve. Luego de reparar en estos pequeños detalles, me alegré mucho de no haber cargado durante toda la excursión con el inútil peso de las tablas y bajé tan contento.

Las Mesas
Desde el Gran Plató
Descenso alternativo

 


 
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