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Pequeñas escapadas. Senderismo

El Vasto

CIRCULARCICA DE EL VASTO

Hay montañas más altas y más bajas; más accesibles, más inaccesibles o más o menos técnicas, que dicen los expertos e iniciados. Las hay cercanas y las hay remotas. Fáciles, exigentes, altivas o modestas. Pero todas son bellas, pero todas reciben las caricias del cielo y son embajadoras del corazón del mundo sobre el que se levantan. Todas pueden matar y alimentar la vida, todas pueden hacerla sentir y proclamarla.

Cumbre de El Vasto

Hoy voy a proponer una montaña humilde y cercana: El Vasto.
A diferencia de las tres que he descrito anteriormente en esta sección, el Vasto no es techo local, provincial, regional, nacional, continental o mundial. Es techo de sí mismo y con eso se viene apañando desde hace millones de años.

Es, como digo, una montaña humilde, antigua y muy discreta. De hecho, los geógrafos y las ignotas gentes que se encargan de adjudicar topónimos, ni siquiera la consideran montaña, sino cerro: El cerro del Vasto. Yo no sé exactamente dónde se sitúan los límites que diferencian una montaña de un cerro, colina, teso, otero o alcor. A ellas, a las montañas, creo que deben importarles un pimiento nuestras apreciaciones y calificaciones, así como los efímeros nombres que les vamos poniendo. En cualquier caso, el Vasto, sea montaña o sea loma, merece ser visitado y disfrutado (pues que disfrute ofrece generoso) con humildad y respeto.

La más grande de las personas es ínfima, a todos los efectos, comparada con la más pequeña de las montañas. Tal evidencia es algo que nunca debemos olvidar, especialmente en los felices días en que, mochila en ristre, damos el cuerpo a la empinada senda y buscamos la altura que nos demanda el alma.
Hay en el mundo de la montaña un extenso catálogo de frases célebres, sentencias, aforismos, reflexiones, anécdotas…  De esto entiende muchísimo mi admirado amigo Maestre, que me corregirá si me equivoco.  Una de las más conocidas y divulgadas de estas frases es la escueta, flemática y típicamente británica respuesta que Mallory dio  a la pregunta de un periodista  que deseaba saber por qué incomprensible razón aquel hombre quería subir al Everest. - Por que está ahí – Respondió el mítico montañero.
Yo, sin pretender cuestionar la breve y contundente  respuesta, añadiría que subimos (cada uno donde puede) porque una parte de nosotros ya está allí, y desde allí nos llama. Excepción hecha de los que suben corriendo solo para llegar antes que otros, pobres de ellos.
Bueno, que me estoy deslizando demasiado hacia lo trascendente, vamos a ponernos las botas, a echarnos a la espalda la mochila y ya, sin más preámbulos, a engarabitarnos a la amable cima del Vasto, que nos lleva esperando la pila de milenios.

Descripción de la ruta

El Vasto (1132 metros) forma parte de las estribaciones más meridionales de los Montes de Toledo y se alza en el término municipal de Madridejos, localidad de la citada provincia.
En esta ocasión no fui solo (Grata la variación), por lo que al menos dos personas no me dejarán mentir ni exagerar la épica de mi aventura, nuestra, en el venturoso caso que nos ocupa.

Dejamos el coche en la explanada de la Virgen y comenzamos a andar por el camino que discurre paralelo al arroyo de Valdehierro en dirección contraria al agua (Oeste).

Seguimos el trazado de la ruta a la cueva de Castrola (Ver ruta). En el punto en que comienza la específica senda que asciende hacia la cueva, nosotros la dejamos a nuestra izquierda y seguimos de frente por la dominante hasta llegar a un cortafuegos que asciende a nuestra izquierda, perpendicular a la senda que llevamos y a la ladera. Lo tomamos.

 

 

Ascendemos por el cortafuegos hasta alcanzar el collado que separa la sierra del Almendrillo (donde está la Cueva de Castrola), que queda a nuestra izquierda, del Vasto. A nuestra derecha, y ascendiendo hacia el objetivo, aún oculto, vemos un empinado cortafuegos, perpendicular al transitado hasta ahora. Esa es la dirección a seguir. Lo afrontamos con determinación, pero sin prisas, pero siempre sin prisas, que hay que dar su disfrute y su tiempo a cada paso.

Aquí dice una amiga y compañera de ascensión:  -Me acabas de chafar el título de la última foto que he tomado.- ¿Pues cual era?-. Pregunto. – “Menos mal que no tenemos que subir por ahí”-
Pues sí, subimos por ahí.

A mitad, más o menos, del pino cortafuegos, la amiga realiza un nuevo comentario digno de reseña: -Estos montes son muy antiguos, ¿No?-  Los más de España, le respondo, ¿Por? – Porque veo que cuando se hicieron, aún no se había inventado la senda en zigzag o en zetas-.
Reímos, descansamos y seguimos subiendo (en este orden).


Al concluir el cortafuegos, comienza una intrincada senda, no muy definida que sigue ascendiendo más o menos en el sentido y dirección que traemos.
Mirando atentamente, descubrimos que hay algunos hitos, guiándonos por ellos, vamos ganando altura y acercándonos a la antecumbre, escarpe rocoso que, desde nuestro ángulo de visión,  parece un hito gigantesco, más propio de senderistas tomelloseros que camuñeros o madridejenses.


Desde los 1126 metros de esta antecumbre podemos ver ya la cuarcítica cima del Vasto. Sobre su prominencia rocosa, se levantan dos pequeñas y esbeltas antenas así como una breve construcción que, a la sazón, resulta ser el soporte de una placa fotovoltaica (aún presente). Tales artificios confirman y evidencian algo que ya veníamos sospechando, pese a que hacía un buen rato que no veíamos hitos: No somos los primeros en pisar esta cima. La decepción es llevadera y no nos impide disfrutar de las magníficas vistas que nos ofrece esta simpática, amable y, como tantas otras, un poco maltratada cima.


A nuestro alrededor se yerguen, Mingoliva, Párraga, Manciporra, el Chupadero, el Umbrión, la Parra y otros montes cuyos siempre provisionales nombres no recuerdo o no conozco pero que con los citados comparten nuestro respeto y nuestro deseo de visitarlos. Mirando hacia el sur oeste, sobre los perfiles de las cercanas cumbres, vemos sobresalir el Alamillo (1213 metros), techo de estas estribaciones ya asomadas abiertamente a la inmensa llanura manchega, monte apresado y rodeado de vallas que en sus faldas proclaman la irracionalidad de la codicia y la avaricia humanas. Desplazando unos grados hacia el norte la vista nos damos con el cono perfecto de la Calderina que con sus 1208 metros es la segunda cima de nuestras sierras y la principal referencia del refranero meteorológico popular (Cuando la Calderina se alborota, coge la manta y trota). A sus sólidos pies ve la primera luz el río Amarguillo. Y haciendo honor a las particulares filias que siento por algunos números impares, citaré la tercera de estas alturas: El Morrón grande (1203 metros), también encarcelado.

Después de disfrutar un buen rato en los afloramientos cuarcíticos somitales del Vasto, iniciamos el regreso.

 

Podríamos bajar hacia la fuente del Umbrión, pero en ese caso, el título de esta humilde crónica sería  Circular del Vasto, y no Circularcica. Para no tener que cambiar el epígrafe, descendemos más o menos por la ruta utilizada para el ascenso hasta alcanzar de nuevo el empinado cortafuegos. Lo bajamos también hasta llegar al collado, donde tomaremos el trasversal hacia nuestra derecha. El largo cortafuegos, recto y descendente, nos lleva hasta el llamado Colmenar de Emilio. Al llegar a la altura de estas casas, tomamos su camino de acceso en dirección contraria a ellas, es decir, hacia la izquierda. Vemos un par de esquivos ciervos que no se dejan fotografiar y atravesamos un pinar, producto de dudosas repoblaciones forestales. Pronto el carril de acceso al colmenar de Emilio, desemboca en el camino principal (ese que a veces tiene más tráfico que la M30).

 

Lo tomamos hacia la izquierda (no buscar connotaciones políticas) y en un pis pas estamos de nuevo en la explanada de la Virgen donde podemos apreciar las evidentes secuelas del reciente, y por estos lares tumultuoso, día uno de Mayo. En el caso improbable de que algún lector esté realmente interesado en hacer esta ruta o cualquier otra de las muchas que ofrece la zona, le recomiendo encarecidamente que evite esa fecha, ese primer día del florido mes y, a ser posible, también el anterior y el siguiente.
Hemos disfrutado una preciosa tarde entre laderas moteadas ya con las primeras flores de la jara, musicales diálogos de aves e innumerables seres vegetales que exhiben a la luz sus más sofisticadas y coloristas galas.
Ya mismo estamos por aquí de nuevo tirándole los tejos a Mingoliva, al Umbrión, al Chupadero o al que se tercie, que todos son amables, bellos y generosos con quienes les ofrecen el debido respeto.

DATOS:

Tiempo: Depende de lo deprisa que se vaya. Por ofrecer un dato razonable, diré que unas tres horas.
Distancia recorrida a pié: Unos ocho kilómetros
Desnivel acumulado: Unos trescientos metros
Dificultad: Muy fácil
Fecha: 15-05-2010

 
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